Thanksgiving: Los pavos no tienen nada que agradecer

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El cuarto jueves de noviembre se celebra en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias. Cuando en 1620 los protestantes del Mayflower desembarcaron en la costa de Massachusetts, el invierno los sorprendió y del centenar de peregrinos sólo sobrevivió la mitad, gracias a la ayuda de los nativos de la zona.

Al año siguiente, los colonos supervivientes, ya establecidos y con la primera cosecha recolectada, decidieron compartir sus excedentes con los indios que les habían ayudado el año anterior. El gobernador de la colonia proclamó «un día de dar gracias al Señor para que podamos de una manera más especial regocijarnos después de haber recogido el fruto de nuestro trabajo».

En 1863, Abraham Lincoln declaró que la celebración se realizara como fiesta nacional de los Estados Unidos. La mayoría de personas en los Estados Unidos celebran esta fiesta con reuniones familiares en sus hogares donde preparan un banquete y el plato principal tradicional para la cena es un gran pavo asado.

Esta tradición es responsable de la muerte de 45 millones de pavos, de los 270 millones que se matan anualmente en ese país.

Los pavos, junto con las gallinas y pollos, son los animales peor tratados en la industria cárnica. En videos tomados con cámara oculta en las principales fábricas de Estados Unidos, se ve a los trabajadores retorcerles el cuello a los pavos de apenas doce semanas. Los pavos que enferman y no representan beneficios económicos, sino pérdidas pues continúan comiendo, son matados a golpes. Por supuesto esto no les significa una muerte indolora, sino por el contrario, pueden permanecer durante minutos agonizando.

Se documentó a empleados pisoteando las cabezas de los pavos, golpeándolos con una lata de spray azotándolos contra el suelo. Se les llenaban la boca de heces y comida y los sumergían bajo el agua. Uno de ellos alardeaba de haber introducido 60 centímetros del palo de una escoba en la garganta de un pavo.

En el video se documentan también las declaraciones de un supervisor que vio empleados matando 450 pavos a palos a manera de competencia.

Cuando el investigador encubierto reportó estos abusos al supervisor, éste le dijo que «De vez en cuando los empleados se alborotan y necesitan matar un pájaro».

La mayoría de la gente considera a los pavos como sólo un elemento más de la celebración, sea Navidad o Acción de Gracias, pero ellos son aves sociales que disfrutan la compañía de sus congéneres. Les gusta acicalar sus plumas, tararear melodías, cuidar de sus crías y subir a los árboles, y quien ha convivido con ellos sabe que tienen distintas y complejas personalidades como los perros y los gatos.

Los pavos de la industria han sido genéticamente modificados para ganar mucho peso rápidamente, pero en la naturaleza pueden correr hasta 24 km/hora. Su ciclo natural de vida es entre 10 y 12 años, mientras que en la industria los matan a los 5 meses de edad.

Los pavos, como nosotros pueden ver a colores. Etólogos de la Universidad del Estado de Oregon reconocen que el calificativo de «tontos» o «lentos», no describe a los pavos, quienes son animales con una clara conciencia de lo que sucede a su alrededor, estando siempre alertas y dispuestos a defender a un miembro de su grupo de los ataques de un depredador.

Erik Marcus, autor del libro Vegan: The New Ethics of Eating,(Veganismo: La nueva ética de la alimentación) ha convivido mucho tiempo con pavos en santuarios de animales de granja, y en su libro cuenta que «Los pavos recuerdan tu rostro y se acercan a ti cada día más cuando los visitas. No depende de si les lleva alimento o no, sino de la frecuencia con que los visites. después de un tiempo es como si ellos te escogieran a ti en lugar de que tu los elijas a ellos. Cada ave escoge a una persona diferente según sus personalidades».

Cuando sabemos más acerca de los animales que consideramos comida, nos es más fácil desarrollar empatía, por ello nunca vemos documentales sobre el mundo emocional de los animales que nos conviene catalogar como objetos o mercancía.

Curiosa esta actitud nuestra de «celebrar» y «agradecer» a costa de la vida de otros. No hemos cambiado mucho respecto a los sacrificios de animales de pueblos considerados primitivos, sólo que hoy tenemos la parafernalia propia de la modernidad, que paradójicamente nos facilita la crueldad y el egoísmo.

pavo de cabeza

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