Un país sin ley

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http://farm2.static.flickr.com/1062/1033187913_60cdc3894f_m.jpgVivir en México no es tarea fácil para los activistas por los derechos de los animales, y obviamente, no sólo para nosotros, tampoco lo es para la mayoría de la población sumida en extrema pobreza. Simplemente no es fácil para quienes defienden la justicia y la legalidad.

Y es en este ámbito entre la legalidad y lo legítimo donde se permiten todos los atropellos hacia los animales no humanos. Lamentablemente comerciar con ellos es legal en todo el mundo, aunque no por ello sea legítimo. Sin embargo, hay cosas que están prohibidas por la ley que en algunos países si se cumplen, pero en México en cambio, se hacen a la luz del día y no pasa nada.

La venta de animales en vía pública: Justo bajo el letrero «se prohíbe la venta de animales» se colocan más de 5 autos llenos de jaulas con cachorros recién destetados o que están aún junto a su madre. Si uno tiene la suerte de ser auxiliado por un policía, no hay nada que hacer, pues estas mafias han dado dinero a la autoridad para que se haga de la vista gorda, o al llegar a la delegación y presentar denuncia te dicen que si no tienes un lugar donde colocar a los perros no se los pueden quitar.

La exhibición de animales salvajes en vía pública: Cuántas veces no hemos visto circular jaulas con tigres o camellos en pleno tránsito capitalino promocionando las funciones de los circos.
Los mismos circos: la mayoría de los animales utilizados no tienen los papeles CITES en orden, cuando se hacen denuncias ante la «autoridad competente» evaden su responsabilidad y nunca resuelven a favor de los animales.

Posesión de animales salvajes: Tener leones en la azotea o en un patio trasero no es imposible en la Ciudad de México, tampoco lo es que el restaurante «Jardín del Corregidor» tenga leones en pésimas condiciones de salud «“certificado por su propio veterinario- y que las mismas autoridades lleven casi un año dándole largas al asunto.
La lista puede ser interminable, sólo en lo que respecta a casos de crueldad animal e incumplimiento de las leyes que se supone, los protegen.

Curiosamente, cuando realizábamos un acto contra circos con animales en la Ciudad de México, apareció un sujeto en bicicleta con un chimpancé encadenado. Al ser abordado por una activista, el hombre intentó arrebatarle el cartel que decía «Libertad. No al cautiverio de animales», cuando otro de nosotros se fue a buscar un policía, era de esperarse que éste nunca llegaría.

Después de darle los argumentos de porqué no está bien lucrar con animales, de las condiciones de vida de este chimpancé, etcétera, etcétera, la única manera de salir del paso fue cuando los espectadores del encuentro iniciaron una rechifla que convenció al hombre de retirarse.

A pesar de haber obtenido la satisfacción del apoyo del público, uno no deja de sentirse completamente desprotegido y desamparado al tratar de hacer aplicar la ley en materia de protección animal.
Ese día el hombre no pudo hacer «trabajar» al chimpancé en ese lugar, pero el resto del año puede andar libremente arrastrando al animal encadenado.

Denunciar es perder el tiempo, esperar un policía, también, confiar que si llega el policía aplicará la ley es todavía más ingenuo. Sólo nos queda educar de uno en uno, ni siquiera masivamente pues no hay espacios públicos para tocar estos temas.

Un folleto, unas palabras, una imagen, una voz entre miles clamando justicia para los más desprotegidos. Así es nuestro trabajo en un país sin ley. Esto sin duda, lo hace más difícil, y por ello más necesario.

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