La polémica película Okja, distribuida por Netflix y dirigida por el director surcoreano Bong Joong-ho, ha logrado ser la cuarta más vista en Corea del Sur, pese al boicot de los grandes cines locales. Y no es para menos, ya que a manera de ficción nos muestra la realidad que atraviesan millones de animales en los mataderos de todo el mundo.
La historia narra las aventuras de una niña para rescatar a su amigo Okja, una especie de cerdo gigante, de las garras de un coorporativo que modifica genéticamente a los animales en las granjas para hacerlos “rentables”.
Los aliados de Mija en su afán por rescatar a Okja son nada más ni nada menos que integrantes del Frente de Liberación Animal. En una especie de parodia de este colectivo, sus miembros muestran la indumentaria típica del pasamontañas y la estética punk, pero también el firme compromiso de no lastimar animales ni personas durante sus acciones, únicamente causando daño a la infraestructura de las empresas responsables de su explotación.
Como lo hace el FLA (ALF por sus siglas en inglés), Okja es aquí quien mediante una cámara escondida graba las atrocidades cometidas en el matadero propiedad de la firma Mirando, quien bajo la falsa premisa de estar preocupados por la ecología y la alimentación mundial, desarrolla unos super cerdos modificados genéticamente que consumen y contaminan menos, pero producirán diez veces más carne.
Cuando la niña entra al matadero descubre la verdad detrás del concurso de super cerdos y cuál será el destino de todos ellos. Escucha sus lamentos ante la muerte inminente y presencia el maltrato al que se les somete durante su manejo. La maquinaria de la película representa exactamente cómo es el asesinato industrializado de los animales considerados “de abasto” y cómo hemos convertido sus vidas en meros tránsitos para satisfacer un paladar insaciable.
La escena que más me conmovió fue cuando Mija abandona el recinto y los cerdos presos la acompañan en su recorrido hacia la salida, permaneciendo al final confinados detrás de la reja con el terror en su mirada.
El principal objetivo del FLA es justamente difundir lo que sucede en laboratorios y sitios de explotación animal para revelar al consumidor la verdad detrás de la aparente asepsia, misión y visiones nobles de estas empresas. En la parte climática, un militante le grita a la niña que no volté a la pantalla donde se proyectan las imágenes captadas clandestinamente en el matadero. Ella sólo escucha los gritos de dolor de los animales y a través de sus ojos podemos imaginar lo que ahí sucede.
Yo pediría que no cerráramos los ojos ni volteáramos el rostro ante el sufrimiento animal. Las mentiras de la industria cárnica, láctea y farmacéutica no pueden seguir nublando nuestro juicio, adormeciendo la sensibilidad.
Es momento de ver, de reconocer el daño que causamos a miles de millones de animales cada día y optar por una alimentación en la que para algunos el consumo de carne es, una película de terror donde lamentablemente no hay ficción alguna.
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