El historial “asesino” de las orcas que asesinamos

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La orca Tilikum sobre la que giró el polémico documental Blackfish, murió a principios de enero de 2017 a los 36 años a consecuencia probablemente de una infección respiratoria que había minado su salud. Tilikum, responsable de otras dos muertes y quien fuera cazada en las costas de Islandia en 1983 a los dos años de edad, atacó a su entrenadora hasta matarla en las piscinas de Sea World en Orlando, empresa líder mundial en cetáceos en cautiverio. Lo que pocos saben es que vivió 34 años cautiva y fue continuamente utilizada para la reproducción, teniendo al menos 21 descendientes (11 de sus crías fallecieron antes que él) y murió sin poderse reencontrar con su familia ni volver a nadar en el mar.

Keiko fue capturado en aguas islandesas por una flota pesquera a la edad de dos o tres años, y permaneció toda su vida en cautiverio, en acuarios de Canadá y México. Luego de su participación en «Liberen a Willy», se inició una campaña para lograr al fin su liberación. Sin embargo, al haber sido capturado a tan temprana edad era imposible reintegrarlo a su ambiente, ya que jamás había aprendido a alimentarse por sus propios medios, además de que el animal padecía enfermedades como papiloma virus en sus aletas pectorales y tenía la aleta dorsal atrofiada. Finalmente, en 1998 fue transportada en avión desde los Estados Unidos a Islandia para ser puesto en libertad. Pero la orca no pudo dejar de depender de los humanos para sobrevivir. Falleció a los 27 años, de neumonía.

Namú fue otra famosa orca en la década de 1960, quien protagonizó la película «Namú The Killer Whale» en 1966. Fue capturada junto a su cría por una red, al día siguiente la cría había desaparecido misteriosamente. Namú fue trasladada al Seattle Public Aquarium. Murió en julio de 1966, después de vivir un año en cautividad, a causa de una infección por la contaminación del agua de su estanque.

Las orcas son mamíferos marinos que viven en comunidades matriarcales, con una gran inteligencia emocional y un dialecto propio. Si bien altamente sociables son depredadores natos. Cuentan con la máxima protección en los convenios internacionales, que veta su captura desde los noventa. Sin embargo, nada impide su reproducción en cautiverio o traslado de un acuario a otro.

Gabriela Cowperthwaite decidió hacer un documental en 2013 sobre la vida de estos mamíferos en cautiverio a partir del incidente de Tilikum, y nos muestra, desde el momento de su captura, hasta el confinamiento al que son reducidos y el estrés de los entrenamientos. “Siempre he estado convencida que el uso de mamíferos marinos en espectáculos es de lo más bajo moralmente”, declara la directora. “Sea World es un negocio de miles de millones de dólares al año y alguien tiene que mostrarles que lo que hacen no es correcto”. La polémica generada por Blackfish supuso una merma considerable de visitantes para la compañía, que se vio obligada a despedir cerca de 300 empleados en los últimos meses y a iniciar un cambio de modelo de negocio. SeaWorld precisó que el parque no ha recibido un cetáceo en estado salvaje en casi 40 años, y recordó que en marzo pasado anunciaron el «fin del programa de cría de orcas», lo que convierte a las ballenas actualmente en cautividad en el SeaWorld en la «última generación de orcas bajo cuidado humano».

Mientras van apareciendo prohibiciones para criar o exhibir comercialmente cetáceos, España, en cambio, tiene 11 instalaciones operativas de las 33 activas en la UE donde el espectáculo lo dan delfines, orcas o belugas. Aun así, la tendencia en Europa va en la dirección opuesta. En 15 estados no existen cetáceos en cautividad. Y se han cerrado recientemente algunos delfinarios como el único que había en Finlandia o uno de los seis que había en Italia. Algunas legislaciones, como la británica, sin prohibirlos, exigen unos requisitos tan altos para su construcción que, de hecho, no hay ninguno.

El resto de países que todavía mantienen espectáculos con delfines u orcas están muy lejos de las cifras españolas: Francia y Alemania contabilizan tres delfinarios, Portugal dos, Grecia, Holanda, Suecia, Lituania, Bélgica uno. De hecho, después de estados que cuentan con numerosas instalaciones como Japón, EE UU, México y Rusia, España es la séptima en un ránking mundial de unos 60 países. En el mundo hay sobre los 2.000 ejemplares cautivos para protagonizar espectáculos. Alrededor de 300 en Europa de los que más de un centenar nadan en tanques de agua españoles. Seis orcas viven cautivas en España de las 56 ballenas de este tipo que permanecen en infraestructuras.

En Europa y en EE UU se preparan refugios para acoger a los ejemplares criados en cautividad cuya reintroducción en la naturaleza en casi imposible. Se trata de líneas de costa acotadas por una red, alejadas de interferencias humanas. En América, un grupo de científicos estudia un santuario para orcas y belugas, animales de aguas frías, mientras el acuario de Baltimore en Estados Unidos ha anunciado que también llevará sus delfines a un área exclusiva en el océano. Otros dos planes similares están desarrollándose en Italia y Grecia.

A pesar de las declaraciones de Sea World que indican que a sus 36 años Tilikum estaba muy cerca del límite de la esperanza de vida de las orcas machos, estos animales en el estado salvaje pueden alcanzar los 70-90 años. De hecho hace sólo unos días, se conoció la noticia del fallecimiento de Granny, la orca más vieja del mundo, que en libertad alcanzó, se calcula, los 105 años.

Este tipo de centros se defiende diciendo que el cautiverio ayuda a la conservación y a la sensibilización. Sin embargo, sabemos que no es así. Quienes presencian espectáculos con animales aprenden simplemente que tenemos el poder de someter a otras criaturas mediante la fuerza y el castigo y hacer de ello un negocio millonario. Conservar animales de esta magnitud en piscinas, por más grandes que sean, no le hace un favor ni a la especie, ni al individuo miembro de ésta. Obligar a las orcas a realizar trucos, a renunciar a su vida altamente social y jerárquica, privarlas de nadar libremente en aguas heladas, es minimizar y cosificar la esencia de un animal.

Catalogar a la orca de «asesina» es erróneo. El único ser con capacidad de premeditar la muerte de otro y ejecutarla con alevosía es el ser humano. La orca simplemente es un depredador que no tiene depredadores naturales salvo -como todos- el hombre. Estos fantásticos mamíferos están acostumbrados a vivir en sociedades complejas y a recorrer grandes distancias en aguas heladas. Mantenerlos en cautiverio y obligarlos a realizar actos ridículos es sin duda una forma de maltrato fuerte.

Todos somos responsables de la situación de los mamíferos en cautiverio. Cada vez que asistimos a un espectáculo que los usa, estamos contribuyendo a su captura o aprisionamiento. Incluso los aparentemente inofensivos “nada con delfines”, atentan contra su derecho básico a la libertad.

Es lamentable la muerte de los entrenadores, pero ¿no es también estar muerto en vida pasar casi 40 años en un tanque, sin desarrollar los comportamientos propios de la especie?

La cara oculta de Sea Word: http://www.seaworldofhurt.com/blackfish.aspx

Firmas para detener el uso de animales marinos en espectáculos: http://sosdelfines.org/documentacion

Fuentes:
http://www.elmundo.es/ciencia/2017/01/06/586fce65e2704e700a8b45df.html

http://www.eldiario.es/sociedad/Espana-espectaculos-delfines-Union-Europea_0_559594634.html

http://sosdelfines.org/noticia-133

tilikum-030816

 

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