Durante la época de cuaresma se fomenta el consumo de peces y se «deja descansar» a los mamíferos y aves. Sin embargo, la pesca industrial es responsable de la extinción de especies marinas. Con sus redes de arrastre capturan no sólo lo considerado comestible, sino que atrapan anualmente a cientos de tortugas, delfines, tiburones y aves marinas como el albatros. Millones de toneladas de peces considerados «sin valor comercial» son devueltos al mar agonizantes o muertos. Estas redes también destruyen el fondo marino y los arrecifes coralinos.
Mucha gente cree que los peces no sienten dolor y que su muerte al sacarlos del agua es instantánea, pero esto no es así. Aunque los peces no manifiesten el dolor de la misma manera que los mamíferos o las aves, tienen receptores nerviosos, como todos los vertebrados, que les permiten sentirlo. Aunque no griten ni emitan sonidos, podemos ver cómo se agitan al ser sacados del agua en un intento por escapar del anzuelo. Es evidente que los peces sienten dolor pues éste es una señal de alerta que les ayuda a sobrevivir evitando aquello que se los produzca. En la mayoría de los barcos pesqueros los peces son troceados y procesados estando todavía vivos. La manera más frecuentes de matar a los ejemplares más grandes son mediante palos o pisoteándolos.
Debido a la gran velocidad con que las redes sacan a los peces del agua, éstos sufren los efectos de la descompresión, lo que les causa estallamiento de las órbitas oculares. Las redes les provocan heridas profundas y fuera del agua pueden agonizar durante 3 minutos estando plenamente concientes.
Pero si a usted el argumento del dolor y el respeto a los animales no humanos no lo mueve a cambiar su dieta, tal vez le interese escuchar que autoridades japonesas han alertado respecto de niveles inusualmente altos de material radiactivo en peces capturados a 80 kilómetros de la planta nuclear de Fukushima, lo que ha aumentado las preocupaciones respecto de las consecuencias de botar el agua radiactiva en el océano y cómo ésto afectará la vida marina.
De acuerdo al gobierno de la prefectura de Ibaraki, dos muestras de peces llamados konago capturadas en dos lugares diferentes de la costa del lugar contenían niveles mayores a lo permitido de yodo 131 y cesio 137.
Se trata de los primeros descubrimientos que confirman la contaminación de peces, después de que se filtrara agua de la planta de Fukushima al mar. En la misma planta, la empresa Tokio Electric Power (Tepco) informó que el agua que se ha estado usando para enfriar los reactores tiene 5 millones de veces más radiactividad que la permitida, lo que se ha convertido en uno de los grandes problemas a resolver. Se espera que el viernes se libere más agua al mar, ya que no hay más lugar donde contenerla.
La situación de los peces hace temer una posible contaminación extendida por todo Japón y que viaja más allá de sus costas a través de las corrientes marinas, como la del Pacífico.
Los peces absorben los químicos del agua y estos se concentran en mayores cantidades conforme se mueven en la cadena alimenticia. El pez grande se come al chico, así el atún o el salmón absorben los químicos de todos los peces que se comieron. Acumulan contaminantes como dioxinas, asociadas al cáncer, estroncio 90, radioactivo, cadmio, mercurio, plomo, cromo y arsénico, los cuales causan daño a riñones, retraso mental y desarrollo de cáncer.
Otro contaminante presente en los peces son los PCB´s, (Bifenilos policlorados) que entran al organismo a través de la ingesta del pescado y de animales con cantidades elevadas de tejido adiposo. Según investigaciones hechas por la Universidad de Illinois, estas sustancias afectan directamente al desarrollo del sistema nervioso y, como consecuencia, a la capacidad intelectual, disminuyéndola entre un 5% y un 7% respecto a las generaciones anteriores, sobre todo en lo que respecta a la memoria.
Todas estas toxinas, bacterias, metales pesados y desechos radioactivos se acumulan durente décadas en la grasa corporal humana de quienes comen peces.
¿Somos tan ingenuos como para creer que toda esa radioactividad se quedará en las costas de Japón? En cuaresma elijamos mejor opciones más compasivas y saludables, dejando a los peces fuera de la mesa.
Fuentes: Bulletin of the Atomic Scientists, Reuters y Wall Street Journal
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