Navidad sin Fronteras

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Navidad es época de paz, compasión, amor, eso se nos dice y eso queremos creer e intentamos practicar. Sin embargo, hemos convertido algo que debía ser una celebración espiritual en mercadotecnia pura, donde el mejor regalo es el más caro y la mejor cena es donde más se come, sin importar  a quién. ¿Y qué decir del árbol talado y ridiculizado con abigarrados adornos? A la mayoría de ellos les tomó crecer entre 5 y 10 años para acabar, luego de un mes de decorar nuestra casa o lugar de trabajo, en un camión de basura.

Si nos apegamos estrictamente a la tradición, Navidad es una fecha para celebrar el nacimiento de Jesús, quien vino al mundo a lanzar un mensaje de amor a través de frases como «Amarás a tu prójimo como a tí mismo», o  «No matarás». No creo que él hablara exclusivamente de un prójimo humano o de no matar únicamente a los miembros de la propia especie. El Amor verdadero no pone esos límites arbitrarios, somos nosotros quienes acomodaticiamente trazamos fronteras para designar quien sí es merecedor de nuestra consideración moral y quién no.

Pensar en Navidad nos debería hacer considerar también a los que no pueden compartir el espíritu de esta fecha por estar enfermos, solos, en peligro de muerte o en la miseria absoluta, pero no sólo a ellos, sino a quienes en nombre de la elegancia son electrocutados y despellejados para terminar como abrigo, a los que permanecen en las jaulas de laboratorios mientras los experimentadores degustan a otros animales, a quienes vagan en las calles buscando algo que comer, seguramente víctimas del abandono, de la compra compulsiva y la reproducción que propiciaron humanos irresponsables e ignorantes de las ventajas de la esterilización. Prisioneros en sus jaulas en zoológicos, granjas, circos, acuarios, tiendas, para los animales no hay Navidad ni esperanza de un «feliz año nuevo» para ellos su sufrimiento silencioso es desconocido o ignorado por la mayoría.

Tan sólo en Estados Unidos, por ejemplo, se matan 45 millones de pavos para la cena de Navidad, sin contar el número de cerdos, vacas, peces, pollos, que son convertidos en comida en estas fechas.

Si nosotros supiéramos más acerca de los seres a quienes consideramos meramente proveedores de comida, vestido, diversión, descubriríamos que tienen un mundo rico en emociones, sensaciones, relaciones; que con ellos compartimos el miedo, el dolor, la sed, el hambre, el frío, la soledad, el aburrimiento, la tristeza, pero también la alegría, el placer, la tranquilidad, el gusto por la compañía y el juego.

Intentamos igualmente vivir, ser libres, disfrutar al máximo de la existencia. No nos cuesta mucho concederles a los animales no humanos estos intereses básicos.

Nadie va a morir por dejar de comer animales, ni por dejar de vestirlos, ni de divertirse a su costa, ellos en cambio, sí mueren por nuestras preferencias gastronómicas o de otro tipo.

Los invito a que esta navidad dejen a los animales fuera de su mesa, pero no de su corazón.

!Felices Fiestas para todos!

jesusanimals

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