Gasolinerías, talleres mecánicos, franciquias de alimentos y bebidas, sucursales bancarias, joyerías, estacionamientos, cuentan en su mayoría con «perros de seguridad». No es extraño caminar y ver a un hombre vestido de policía sujetando a un perro con una cadena a muy corta distancia de su cuello.
Casi todos estos perros son de raza y han sido entrenados para reprimir algunos de sus comportamientos naturales y potenciar otros. No pueden jugar ni parecer amistosos, sólo reconocen la voz de su guardian humano y sus vidas son bastante aburridas.
Cuando no están haciendo las rondas de vigilancia, pasan el tiempo encerrados en su transportín o en una bodega, hasta que al día siguiente son sacados para repetir el ciclo. Algunos son aprovechados para vigilar también de noche y se les deja solos en azoteas o patios.
La mayoría han sido entrenados a obedecer desde cachorros y se venden a través de criaderos a las empresas de seguridad. En Estados Unidos, Personas por la Ética en el Trato a los Animales (PETA), solicitó a la empresa Homeland Security entrenar perros adoptados de refugios en lugar de comprarlos a quienes los reproducen. La empresa dijo que le parecía una buena propuesta siempre y cuando los perros cumplieran con ciertas características de tamaño y comportamiento.
Me han preguntado qué se puede hacer cuando detectamos un tipo de maltrato a los perros de seguridad. Me atrevería a decir que el maltrato es permanente. El mero hecho de utilizarlos como un arma y someterlos a comportarse de determinada forma ya es cuestionable en cierto sentido.
En una conversación que tuve con el gerente de un local que utilizaba un rotweiler a manera de alarma anti asalto, le comenté mi inquietud por el estado del animal. El perro estaba siempre solo, las más de las veces amarrado a una caseta, el resto del tiempo era jaloneado por un individuo con uniforme de seguridad privada. Por las noches estaba en la azotea y su casa no tenía una cobija o algo mullido donde echarse. La respuesta del «dueño» fue: «Estos perros nacieron para eso, son diferentes, no necesitan tantas cosas.»
Su argumento me hizo pensar en lo que decían los dueños de esclavos respecto a su propiedad, y era algo muy similar. Para nuestra conveniencia hemos estereotipado a los animales como seres sin necesidades. Ignoramos mucho acerca de ellos y pretendemos saberlo: los gatos tienen siete vidas, los perros de tal raza son violentos por naturaleza, los peces no tienen memoria, los animales nacidos en cautiverio no anhelan la libertad, etc. Hemos hecho esto tal vez para sentirnos menos culpables por las condiciones en las que los obligamos a vivir, justificándonos en que su naturaleza no tiene tantos requerimientos. ¿no tienen ellos, como nostros necesidad de alimento, agua limpia, cobijo, afecto, libertad, de llevar una vida digna?
Los perros pueden ser excelentes guardianes, nadie lo niega, incluso se les puede educar y enseñar trucos, pero esto ha de hacerse sin violencia. El collar de castigo, es un ejemplo de cómo se puede lastimar a un perro para obligarlo a obedecer. Sin embargo, reproducirlos y venderlos como elementos de seguridad, como armas, me parece reprobable. Si acaso, como lo propone PETA, entrenar a algunos de los que viven en los refugios para dar solución al problema de su sobrepoblación.
Nosotros hemos generado la violencia en la que vivimos inmersos, violencia que comienza desde lo que comemos hasta cómo nos divertimos. ¿por qué tenemos que hacer responsables a los perros y comprarlos y venderlos como alarmas anti robo?
Encontremos maneras más eficientes de protegernos y que atiendan el problema de la violencia desde su raíz, sin tener que involucrar a quienes nada tienen que ver en esto.