Cinco estudiantes de veterinaria de la UNAM fueron expulsados de la clase de Metodología Diagnóstica por negarse a matar gallinas sanas. Por objeción de conciencia calificaron de «matar por matar» el aplicar una supuesta eutanasia sin anestesia a gallinas sanas.
Arturo González, de ahora 23 años, emprendió hace un par de años una cruzada: apelar a la objeción de conciencia recurriendo a una norma asentada en el Código de Ética de los Médicos Veterinarios Zootecnistas: no realizar actos que les causen daño emocional o que atenten contra sus principios y su propia conciencia, aun cuando se los solicite una autoridad, un cliente o un profesor.
La lucha de Arturo consiste en cambiar el método de enseñanza habitual en el que se maltrata y hace sufrir a los animales. «En un análisis que hice sobre el manual de Virología argumenté cómo modificando cinco prácticas se salvarían cerca de 3 mil animales al semestre (ratones y embriones de pollo)», cuenta Arturo.
El alcance de estos actos de objeción de conciencia ha llevado a académicos a identificar de manera sarcástica a la generación de Arturo como la que «no quiere hacer las cosas». Pero Arturo se defiende y dice: «No es no querer hacer las cosas, sino hacerlas diferente y sin modificar el resultado de la buena calidad de la enseñanza».
La objeción de conciencia es una práctica fundamentada en el respeto a la libertad de conciencia, garantizado constitucionalmente en la mayoría de los países. Existen alternativas éticas para la enseñanza de ciencias biológicas en la sala de clases, y en muchas instituciones se utilizan. En el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos firmado por México, por ejemplo, se señala que nadie será objeto de medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad de tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección, así como manifestarlas en público como en privado, mediante el culto, la celebración de los ritos, las prácticas y la enseñanza.
El artículo 46 de la Ley de protección a los animales del Distrito Federal señala que ningún alumno podrá ser obligado a experimentar con animales contra su voluntad, y el profesor deberá proporcionar prácticas alternativas para otorgar calificación aprobatoria.
En el mismo artículo se advierte que quien obligue a un alumno a realizar estas prácticas contra su voluntad podrá ser denunciado.
Sin embargo, en muchos casos, los profesores son reticentes al cambio; han venido utilizando un método tradicional que en la mayoría de los casos ya realizaron ellos como estudiantes y que después como profesores han enseñado a sus alumnos durante años. En muchos casos, se cree que el único método válido es el uso de animales y que el empleo de programas de computadora disminuye la calidad de la docencia. Se han realizado diversos estudios comparativos de la eficacia de los métodos alternativos con los métodos tradicionales y se ha observado que en ninguno de los casos el uso de modelos alternativos disminuye el aprendizaje de los estudiantes e incluso puede llegar a aumentar.
Entre los métodos propuestos se pueden citar: a) modelos, maniquíes y simuladores mecánicos; b) películas y videos; c) simulaciones de computadora y sistemas de realidad virtual; d) autoexperimentación en el propio individuo; e) experimentos con plantas; f) uso de material procedente de mataderos; g) estudios in vitro con líneas celulares y h) aprovechamiento de animales muertos de forma natural.
Sin duda este asunto le ha causado a Arturo enemistad entre profesores y estudiantes de la Facultad de Veterinaria, pero también ha logrado movilizar a cientos de alumnos que como él intentan aplicar nuevas técnicas y colocar a la UNAM en la lista de universidades como Harvard, Yale y Standford que no realizan prácticas con animales.
El movimiento de estudiantes y científicos que intentan modificar las prácticas con animales durante la docencia e investigación es bastante amplio y cuenta con publicaciones donde la comunidad puede informarse de los nuevos avances y propuestas dirigidos en la línea de las «3 R»: Reducción, Refinamiento y Reemplazo, siendo el objetivo final lograr el reemplazo total de los animales por otros métodos.
La cuestión es polémica sin duda, pero lo relevante aquí es que un solo individuo con la voluntad de transformar las cosas puede movilizar a una institución anquilosada, mostrando que hay alternativas viables y más éticas. Arturo no es el único, pero su ejemplo motiva a otros estudiantes a transformar a la comunidad científica y poner en la mesa un importante dilema moral de nuestro tiempo: El uso de animales en laboratorios es sin lugar a dudas, una mancha negra en el currículo de la humanidad.
Para más información sobre alternativas al uso de animales en laboratorios: www.interniche.org
http://www.cucs.udg.mx/caae/
http://ecosofia.org/2006/03/objecion_conciencia