Otro año más Japón tiñe sus aguas de sangre y casi un centenar de personas portando carteles con el lema «!No a la matanza de delfines!» se congregaron frente a la Embajada ubicada en Paseo de la Reforma, sin obstaculizar la vialidad, para exigir al gobierno japonés el cese a esta cruel práctica.
La Comisión Ballenera Internacional instituyó la moratoria a la caza comercial de ballenas en 1986. Pero hasta el día de hoy la caza de ballenas y otros mamíferos marinos aún continúa, y gracias a una «laguna» en la moratoria, tan sólo Japón caza anualmente cerca de 27.000 animales.
Año tras año en la bahía de Taiji, entre los meses de octubre y abril, se cazan 20.000 delfines y otros pequeños cetáceos. Los pescadores provocan ruidos que desorientan a los delfines, marsopas y pequeñas ballenas, reteniendo a grupos enteros en bahías de aguas poco profundas. Los pescadores proceden a estrechar las redes para cerrar las salidas a mar abierto. A menudo hieren deliberadamente a algunos de ellos para retener a los miembros de su familia, ya que los delfines no abandonan a un miembro de la familia que está sufriendo. Utilizan lanzas y garfios para apuñalar y desangrar a los animales que no tienen posibilidad de escapar.
Existe registro videográfico y fotográfico que muestra las imágenes de las familias de delfines chillando, tratando de protegerse y escapar de los arpones y cuchillos, y las aguas teñidas de rojo por su sangre, imágenes que los pescadores tratan de ocultar a la prensa y los observadores que se acercan al lugar.
Los objetivos de esta cacería son la producción cárnica y la caza de ejemplares vivos para cautiverio.
Para la producción cárnica los delfines son cargados vivos en camiones a mataderos cercanos donde mueren degollados y desangrados. La carne, rotulada como «carne de ballena», satisface el consumo de la población japonesa e internacional, donde tiene cada vez mayor demanda. Por su parte, la captura de ejemplares vivos (generalmente hembras jóvenes) para delfinarios y parques acuáticos las condena a vivir hasta el último de sus díÂas confinadas en piscinas como figura central de entretenimiento y de los programas de «Nadar con Delfines» de los acuarios de todo el mundo.
La industria de los delfines en cautiverio se muestra como «salvadora» de los delfines, pues evita que éstos sean convertidos en carne, pero sólo lo hacen porque es mucho más rentable vender un delfín a un acuario que matarlo para que se convierta en carne. La multimillonaria industria de los delfines para cautividad no está salvando a los delfines de la muerte, sino que ayuda a mantener esta cruel práctica para provecho de la industria.
Es la mayor matanza de delfines en todo el mundo. Por este motivo, cada año crece la protesta internacional para llamar la atención sobre esta crueldad y para ejercer presión sobre el Gobierno japonés con el fin de lograr el cese definitivo tanto de la matanza de los delfines como de su venta a los delfinarios.
Y usted, lector, podrá decirme «Â¿Qué no hay suficientes cosas en nuestro país por las cuales protestar?» Sin duda. Y excluyendo los asuntos humanos, la lista de atrocidades cometidas hacia los animales es bastante larga. Pero esta campaña tiene su razón de ser: Además de intentar salvar a los delfines, animales por demás inteligentes y sociables, hace más próximo el sufrimiento animal a quienes poco saben de él.
Los delfines, como las ballenas, son animales que gozan de la simpatía de la mayoría. Nos parecen admirables y tal vez por eso les reconocemos su derecho a existir. Distinciones arbitrarias al final de cuentas, pero que pueden resultar útiles si lo que intentamos es acercar a la gente a la problemática de todos los animales.
Cuando alguien se interesa por ayudar a animales de una especie en particular, es más propenso a respetar los intereses de otras especies, en general.
Japón tiene una cultura milenaria, y prácticas espirituales admirables donde se predica el respeto y la compasión. Pero eso no la exime de cometer atrocidades en contra de ballenas y delfines. No se trata de «ver la paja en el ojo ajeno», sino de intentar ayudar a los animales donde quiera que se les torture, capture y mate.
Hasta ahora, cada año que asistimos a la Embajada, no ha salido ningún diplomático a recibir la carta solicitando, por parte de varias organizaciones internacionales, el cese de la matanza. Nos hemos tenido que conformar con entregarla en la portería y confiar que no la archiven en los asuntos olvidados.
Porque los activistas por los derechos de los animales, no olvidamos.
Para ver imágenes de la matanza: www.savejapandolphins.org
Para ver video de la matanza: http://www.animanaturalis.org/video/299