El término «derechos» está sobre utilizado o mal empleado cuando se trata de regular o poner lineamientos al trato que damos a los animales. Recientemente se llevó a cabo en la ciudad de Barcelona, España, el Segundo Congreso de Derechos de los Animales, organizado por el Colegio de Abogados de la misma ciudad catalana. Empezamos mal: uno de los ponentes era la directora del zoológico, y por si esto no fuera suficiente, en la mesa donde se ofrecía café para los participantes no había leche de soja sino de vaca. Uno de los activistas de AN tuvo que ir al supermercado a comprar dos litros y regalarlos al Colegio. Durante cuatro horas no se escuchó nada particularmente interesante. La presencia de Jesús Mosterín fue un fiasco para quienes esperábamos que hablara de la ética respecto al trato hacia los animales. Pablo de Lora, autor de Justicia para los Animales fue más conciso que el resto de los ponentes, aún cuando dudaba que fuera preciso hablar de derechos respecto a los animales. Un periodista con chamarra de cuero, un policía, y un juez ex-carnicero, fue lo único que pudo ofrecer este Congreso. Decepcionante para los activistas que estuvimos ahí, altamente confuso y desinformador para quienes querían entrar en contacto con el mundo de defensa animal. El día que al menos todos los ponenetes de un evento semejante sean vegetarianos, entonces podremos empezar a tomar en serio la idea de congreso por los derechos para los animales, y no confundirlo con un evento para personas a quienes les molesta, indigna o duele que maten a un toro o maltraten a un perro, pero que no están dispuestas a impedir que una vaca sea llevada al matadero.