Tortura china en el Circo de Pekín

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Circulando por la Calzada de Las Bombas, en la Ciudad de México descubrí dos remolques estacionados en segunda fila, que llevaban 4 tigres de Bengala, una pantera y un mandril. Los conductores se habían orillado a comer tacos de uno de los tantos puestos ambulantes que inundan nuestra ciudad.

El espectáculo era por demás lamentable: vísceras de otros animales colgaban de los puestos de comida, una cabeza de cerdo parecía observar el triste destino de los felinos, los peatones se acercaban entre temerosos y asombrados, y ahí, en medio del tránsito, de los cláxones y aturdidos por una grabación que se repetía una y otra vez convocando a las últimas funciones, estaban presos los animales del Circo chino de Pekín.

Había sido una buena mañana. Venía con compañeros ambientalistas que diseñarían la remodelación de áreas verdes de tres escuelas públicas, haríamos un huerto orgánico e impartiríamos talleres de educación ambiental. Al ver esta situación, bajé del auto y comencé a tomar fotos para hacer una de tantas denuncias que la PROFEPA ignora. Conversé con una señora que llevaba a sus hijos a ver más de cerca a los felinos, y repetía en voz alta para que me oyeran los transeuntes: «Esto es maltrato animal. No vayan a circos con animales. Los animales quieren ser libres».

Pudiera ser que a muchos les pareciera extravagante ver a una mujer gritando a lado de las jaulas, pero cuando les hacía VER las condiciones en que estaban, asentían y me escuchaban con más interés.

Los 4 tigres de Bengala estaban evidentemente sedados pues tenían los ojos entreabiertos y uno de ellos se desplomaba en cuanto se incorporaba. Tenían muestras de golpes en el rostro ya cicatrizado, se les habían extirpado las garras y los colmillos. La pantera, enloquecida, daba vueltas en su diminuta jaula, mostrando un comportamiento zoocótico. La zoocosis es como la psicosis humana y se presenta en los animales en cautiverio y consiste en comportamientos repetitivos y sin sentido -estereotipias-, automutilaciones, apatía permanente, entre otros.

Al mandril le lanzaban comida mientras él se aferraba a los barrotes como queriendo librarse del encierro.

El espacio que tenía cada uno era aproximadamente del interior de un auto chevy, es decir, unos 4 metros cuadrados.

«Ãšltimas funciones del circo chino, viernes sábado y domingo. 50 pesos entrada general.» Repetía una y otra vez la grabación que los animales eran obligados a escuchar. ¿cuánto tiempo llevarían ahi? ¿cuántas veces al día los sacarían entre autos, ruido, contaminación para ser exhibidos como objetos?

50 pesos cuesta disfrutar del encierro, la tortura y ridiculización de los animales en los circos.

Sabemos que en nuestro país las denuncias no funcionan, servidores públicos, inspectores y empresarios están coludidos mediante sobornos. Lo que nos queda entonces es educar a la población para que no asista a espectáculos con animales. Informarles que lo que nos parece divertido implica la privación de la libertad, el maltrato e incluso la muerte de los animales.

Triste destino de estos felinos y del primate. Prisioneros cuyo único delito es ser hermosos, imponentes y atractivos animales de especies distintas a la nuestra.

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