Anders Behring Breivik de 32 años, extremista noruego y autor de los ataques del 22 de julio donde murieron cerca de 76 personas, adolescentes en su mayoría, nos hace pensar, entre otras cosas, en la disponibilidad de las armas.
Siendo este un espacio dedicado a los derechos de los animales, no entraremos a hablar de los motivos ultraderechistas, conservadores o la enfermedad psicológica que orilló a este sujeto a cometer los crímenes. Lo que quisiera destacar es por una parte, el vínculo entre la violencia hacia humanos y no humanos y la facilidad con que se puede conseguir un arma aduciendo ser un cazador.
En el 2009 Breivik fue a Praga intentando comprar armas ilegales, pero al fracasar decidió obtenerlas por vías legales. Fue así que en 2011 se mudó a un área rural al noreste de Oslo y comenzó a operar una especie de granja bajo el nombre de «Breivik Geofarm», establecida en mayo del 2009. Esto le sirvió también de coartada perfecta para abastecerse de fertilizantes químicos para fabricar explosivos.
En un párrafo de su manifiesto anti islámico de 1 500 páginas, publicado horas antes de la matanza, fechado en septiembre del 2010 se lee: «Solicité un rifle Ruger Mini 14 semi automático (5.56). Es lo más parecido a un rifle que se permite en Noruega. En el formulario de solicitud puse, «Para caza de venados«. Me vi tentado a poner «para ejecutar marxistas culturales y traidores multiculturalistas» sólo para ver su reacción :P. Mi solicitud fue aprobada y así pude conseguir el arma y los cartuchos.»
En España en el 2009 se publicó un estudio acerca de la violencia hacia mujeres en ese país. El 58% de las víctimas habían sido atacadas o muertas por escopeta de caza, y los agresores -en su mayoría esposos o amantes- contaban con un permiso de caza.
Teniendo en cuenta que en el Manual de Trastornos de la American Psychatric Association y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales parte IV, figura el trastorno de conducta, caracterizado entre otros síntomas por crueldad hacia animales y/o humanos, la violencia hacia los animales podría tener un valor predictivo de violencia hacia humanos -ya sea como malos tratos domésticos hacia el cónyuge, animales de compañía, los hijos, como asesinatos en serie o asesinatos en masa. De acuerdo a Robert Ressler, quien diseñó los perfiles de los asesinos seriales para el FBI: «Los asesinos seriales muy a menudo, comienzan matando y torturando animales».
Se desconoce si Breivik practicó puntería con animales antes de hacerlo con humanos, pero lo que llama la atención es que incluso en países como Noruega es relativamente sencillo conseguir un permiso de cacería y de posesión de armas relacionadas con esa actividad. De habérsele realizado un perfil psicológico, el noruego habría revelado una psicopatía que lo descartaba como candidato a poseedor de armas -si es que alguien pude ser un buen candidato para ese tipo de tenencia.
Lo que practicó Breivik fue una cacería de humanos inocentes que disfrutaban una estancia en la isla de Utoya, y por eso se le considera un asesino. Hay quienes también buscan animales que disfrutan su existencia en la naturaleza y les disparan. A esos se les considera cazadores y tienen permiso para matar. ¿No hay algo profundamente erróneo en esta distinción?
Las armas son parte del círculo de la violencia en que estamos inmersos. Usarlas contra seres de otras especies no debería ser la justificación para autorizarlas.