Los activistas somos una especie de megáfono que amplía el mensaje de un movimiento internacional. Es conveniente distinguir cuándo hablamos a título personal y cuándo representamos nuestra causa.
En ocasiones creemos que decir lo que realmente pensamos o sentimos beneficia a los animales, y no siempre es así. El caso típico de esto es expresar cierto gusto cuando un torero es cornado por el toro. Los taurinos siempre nos critican el alegrarnos de este tipo de «accidentes» -!cómo si ellos no se alegraran y aplaudieran cuando la espada atraviesa al toro!- y creo que es importante que hagamos una diferencia entre lo que a nosotros nos provoca, y el mensaje que expresamos en público.
Casos como este hay muchos y me pareció útil mencionarlo porque somos responsables de utilizar nuestras palabras para ayudar a los animales, y no para empeorar su situación.
Compartimos la rabia que da la crueldad, la tristeza que causa la indiferencia, la impotencia que genera la injusticia, pero cuando hablamos en nombre de los animales representamos un movimiento internacional, somos un canal, una vía para intentar impulsar un cambio de conciencia en la sociedad.
Es un enorme privilegio ser un activista, poder dedicar tiempo, corazón y esfuerzo a esta causa, pero es también un trabajo de formación profesional, capacitación y manejo de información. No basta abrir la boca y creer que estamos ayudando, hay que ser eficaces.
Conocer acerca de todos los temas relacionados con los derechos de los animales, ver videos, estar en contacto con otras organizaciones, conocer el panorama internacional, la literatura al respecto, las noticias de actualidad, son parte fundamental de nuestro desarrollo como activistas.
Estar nerviosos o enojados a la hora de un programa o una conferencia puede ser perjudicial. No tener un dominio del tema, también. En entrevistas o debates nos enfrentamos a personas que pueden atacarnos o buscar nuestras debilidades para hacernos jugar un mal papel. Debemos entrenarnos, educarnos.
Ser un activista no es un suceso espontáneo, es producto de una gestación larga, que involucra concienciación y preparación.
Todos alguna vez hemos cometido errores y nos hemos dado cuenta cuando ya es tarde, pero siempre hay otra oportunidad, siempre hay ocasiones para hablar por los animales y para mejorar nuestras técnicas y estrategias.
Recordemos que nuestra voz habla por millones de seres que dependen por completo de lo que nosotros digamos y hagamos. Seamos prudentes, cuidadosos, claros, certeros, cálidos y contundentes. Nuestro discurso no acepta medias tintas, pero ha de ser expresado de manera que penetre, que siembre una semilla.
Todo lo que se hace con amor, no puede generar más que amor. Nuestra causa es amorosa porque los activistas por los derechos de los animales no esperamos nada a cambio de nuestros defendidos, pero sí tenemos la obligación de darles todo lo que esté en nuestras manos, y de la mejor manera posible.