Las organizaciones defensoras de los animales realizaron una marcha en dirección al zócalo de la Ciudad de México para manifestar su rechazo al maltrato animal.
Alrededor de 200 personas, algunos de ellos, acompañados de sus perros, caminaron por los carriles centrales de Paseo Reforma sin impedir la circulación.
El objetivo de esta manifestación fue concientizar a la gente sobre la violencia hacia los animales y lo necesario de la protección de sus derechos. En la marcha se hizo hincapié en los casi 18 mil perros que se matan anualmente en los antirrábicos de la ciudad de México. La petición de las organizaciones era el fomento de una cultura de la adopción y la necesidad de reformar las leyes para proteger a los animales.
Espero que el espíritu de estas marchas no se limite a los animales de compañía o a los animales utilizados en espectáculos. Cuando hablamos de derechos para los animales nos referimos a TODOS. Y eso sin duda incluye a los animales que criamos como comida y a los que usamos como probetas en laboratorios. Una característica peculiar de parte del público asistente a este tipo de marchas, es que son amantes de los perros «“a veces de los gatos- pero no hacen extensivo ese amor o respeto por los otros animales y resulta lamentable que al terminar la protesta, se dispongan a comer una pechuga asada o una milanesa de res.
Alguna vez hice una observación semejante y fui tachada de «radical». Me argumentaron que «debía conformarme con que al menos se preocuparan por algunos animales», que «por algo se empezaba». Este no es un asunto personal. No es que a mi me afecte que las protectoras de perros coman carne, es algo que afecta al movimiento por los derechos de los animales.
Estoy de acuerdo en que muchos activistas comenzaron trabajando con animales de compañía y luego fueron ampliando sus consideraciones morales; el problema es que muchos empiezan y se detienen ahí.
Es muy loable centrarse en un tipo de rescate o acciones pro animales, pero eso no quiere decir que no tengamos la obligación moral de ser congruentes con lo que sentimos y pensamos «“que los animales tienen derechos- y que en nuestras acciones diarias no veamos la lógica de extender ese respeto al resto de las especies de animales no humanos.
Si hacemos una marcha por los derechos de los animales, debemos estar comprometidos con al menos cuatro principios básicos: que los animales no son comida, no son material de laboratorio, no son vestimenta y no son espectáculo. Los derechos que pedimos se reconozca a los animales son el derecho a la vida, a la libertad, a no ser torturados y a no ser considerados propiedad. De lo anterior, se desprenden una serie de hábitos que intentan reducir al mínimo el sufrimiento animal. No estoy pregonando un purismo donde se compita por ver quién es «más libre de culpa», o «más animalista», es simplemente un asunto de coherencia y la falta de ésta perjudica terriblemente a un movimiento internacional.
El esfuerzo por ser coherente no es titánico ni extra demandante. Así como consideramos, por ejemplo, que la violencia hacia los niños es reprobable, nos parecería contradictorio decir que lo es sólo hacia algunos niños. De la misma manera, no podemos pedir el cese al maltrato animal en las leyes, si no comenzamos modificando hábitos de consumo que lo causan directamente: consumo de productos de origen animal, de artículos probados en animales, utilización de accesorios de piel, etc.
Es muy gratificante que existan este tipo de manifestaciones, y que cada vez un mayor número de sus participantes practiquen esta coherencia. Lo que algunos llaman «radicalismo» es sólo un pretexto para seguir siendo incongruentes, para defender sus hábitos alimenticios o de otro tipo.
Privilegiar unas especies animales sobre otras, cuando no está justificado moralmente hacerlo, es una forma más de especismo.