In memoriam
Hace más de un mes que dejaste tu cuerpo físico, ese estuche que portabas con elegancia, consciente de tu belleza, de tu felina superioridad. No puedo decir que haya un vacío en casa, es como si todo siguiera lleno de ti, incluso cuando no estoy en ella te llevo conmigo, así que tampoco puedo hablar de ausencia. A veces te hablo para acercarte a mi en esa forma material que necesitamos los humanos, de pronto me quedo mirando la cama y te imagino ahí tumbado, esperando que yo me eche a tu lado y te acurruques en mi axila.
Solo te lloro cuando repaso lo que ya no podré vivir contigo, pero son lágrimas nostálgicas, que honran el profundo amor entre los dos, la gracia de haberte tenido casi dos décadas.
Tu muerte me acomodó todo por dentro: el miedo con el que anticipaba este momento, mi angustia por no ser capaz de vivir sin ti, el pavor a la soledad que dejarías en nuestro hogar. Sin embargo, nada fue tan terrible como imaginaba. Ni tuviste una agonía denigrante, ni tu último aliento quedó en mi memoria para siempre; de hecho nunca es la primera imagen que viene a mi cuando te recuerdo. Al contrario, a fuerza de acompañar a otra gente en sus procesos de duelo me he entrenado a mantenerte joven, sano y amoroso y así te convoco y te apareces.
Tu pasado será siempre un misterio para mi ¿dónde naciste? ¿quién te alimentó tu primer año de vida? ¿te abandonaron o te perdiste? Estoy segura de que no eras un callejero, tu comportamiento siempre fue de marqués. El Marqués de B. fue el título nobiliario que te otorgué y lo portaste con honrosa distinción. Fue un privilegio vivir contigo, no pude verte recibir a este mundo, pero te vi despedirte de él con inmensa serenidad, sin resistirte, sin apegos, ni siquiera a mi que tanto te amaba. Me dejaste ir desde días antes y yo seguía esperando un milagro que sabía no llegaría. Estaba bien: admití tu decisión y los designios de la Muerte que son inexorables. No había plegarias que valieran y entonces me abandoné al proceso. No lo resistí pero lo viví con dolor, de ese que abre el pecho y te vacía para luego devolverte exhausto y presente.
No me perdí un solo detalle de esa transición, estuve ahí viendo tus hermosos ojos verdes guardar ese brillo para el trayecto a lo desconocido, que su luz te guiará ahí donde no podría acompañarte. La muerte puede ser lo más conmovedor que hayamos presenciado. En mi caso así fue. En esta ocasión pude despedirme como no lo hice antes de mis padres, mis abuelas, mis otros animales queridos.
Y lo agradezco porque mi mente no fantesea con escenarios macabros, con una partida en soledad.
Pensé en los miles de millones de animales que matamos cada año en granjas, laboratorios, peleterías, antirrábicos, como mueren solos de sí y desprovistos de su dignidad. Supongo también sucede con algunos o muchos humanos. Nos enfocamos tanto en dar la bienvenida que nos olvidamos del honroso acto del adiós. La envergadura de ese fenómeno en que alguien deja esta forma de percibir y se enfrenta a algo completamente nuevo e ignoto, así sea la nada.
No te miento, Tiziano, a veces mi mano busca tu cuerpo en el sofá, en la cama, mis ojos recorren el espacio y te veo ahí, reposando, con los ojos entreabiertos y tu ronronear sosegado. Aún me cuestas, y poco a poco me he animado a ver las escasas fotos tuyas que conservo en mi teléfono.
Cambié mi pelo para marcar el antes y el después en esos retratos que disfrutábamos, y ahora me veo un poco sola en esas imágenes, pero tú estás ahí: en mi risa, en el brillo de mis ojos, en mi alegría, en mi cariño. Porque si algo me dejaste es eso: una capacidad de brindarme sin límites a mis pacientes, amigos, a mi causa, a mi misma. Contigo supe que el Amor es eterno y que trasciende especies, lenguajes, distancia. Has sido otro de tantos regalos que me ha dado esta vida, de la cual reniego pero que he aprendido a amar y enfrentar como el gran escenario de las posibilidades.
Me maravillo que en un mundo tan vasto, hayamos coincidido tu y yo por tanto tiempo, por toda tu vida y la mía hasta que te vuelva a ver y comencemos de nuevo en un mundo tan vasto, tu y yo, por toda tu vida y la mía…
Hasta siempre TiziAmor
Un escrito muy hermoso! Muchas gracias por escribir acerca de lo que muchos sentimos, pero que no logramos expresar.