Tiziano:
Todavía veo tu cuerpo caliente junto al mio, cada vez más frágil, cada vez más empequeñecido. Me resulta raro reconocerte en esa indiferencia, esa actitud lejana contraria a lo que definía nuestra relación.
Llegaste hace 18 años en una tarde de verano catalán, con la confianza y claridad que siempre te caracterizaron: digno, solemne, seguro de hacer lo necesario en el momento preciso. Te mudaste conmigo desde Barcelona a México, soportando las 18 horas de la jaula, del avión, de la aduana, llegaste a una casa ajena, lejos de tu tierra natal y te acoplaste a la familia no humana de mi tía. Te hiciste un tirano vagabundo que rondaba por el jardín, recordando la libertad de la cual te extraje para hacerte un león doméstico e invulnerable.
Eres fuerte, solo una vez tuviste un accidente y se te dislocó una pata, que acomodamos interpósito metal. Has saltado, subido sillones, mesas, estantes, te has escondido, jugado, gozado y dormido. Y ahora dormirás para siempre, sueño natural o inducido, da igual. El efecto ante mis ojos será el mismo: te buscarán y no serás visible para ellos. Aprenderé a verte en tu aplomo, en tu profundidad tan parecida a la mía, en la entereza con que afrontabas todo. Tu no dejas solo pelos en mi ropa, sino enseñanzas de vida, inspiración, belleza. Yo, tan amante de la estética, defensora de lo bello, tuve en ti eso a diario, tu pelo, tus ojos, tu andar, hermoso por fuera y por dentro, mi amado gato Tiziano Varela, Marqués de B, el del nombre rimbombante, te vas directo hacia la luz, sin escalas porque así eres tú, un pasajero de primera.
Me quedaré mirando partir tu cuerpo, pero llena de ti y de tu amor, de los abrazos que le dabas a mi ser, y serás ejemplo para que yo vea que la vida es un jardín de rosas y que no necesito acercarme a ellas a través de sus espinas, sino a oler su aroma.
Admiro tu sabiduría de abandonar un cuerpo material cuando ha cumplido su misión y agradezco que la tuya en vida fuera ser custodio de mi alma frágil.
Y no lo niego, lo grito a los cuatro vientos, soy frágil, pero resilente y no voy a ponerme en más espacios que vulneren mi ser, voy a ir a ese jardín sin tocar las espinas, pues ya me he pinchado bastante y es momento de abrazar el gozo, la existencia, como tú me enseñaste que soy capaz.
Ve alto Tiziano, porque mi alma está lista para custodiarse ella misma, con amor y compasión. No te ancles a mis necesidades, a mis miedos y apegos, se libre como lo fuiste cuando te encontré. Yo seguiré mi camino, el que acompañaste por casi dos décadas. Fue un privilegio ser tu compañera humana, amarte, ver tus enormes ojos verdes cada día. Reiteras que apreciar la belleza y salvaguardarla es un compromiso, una senda luminosa.
Con un amor que jamás había sentido, pero descubri que soy capaz de experimentar, abro mis manos y te suelto, confiando en el reencuentro de esas almas que pactaron eternidad. Lo que no ven mis ojos lo siga sintiendo mi corazón.
Este corazón enorme y delicado, que se ha quebrado tantas veces, pero lo mantengo abierto y me entrego a la vida, como te rindes hoy ante tu muerte.
Gracias y buen camino, amado TiziAmor.