La Cámara de Diputados aprobó el 25 de abril un dictamen que reforma el cuarto párrafo del artículo 60 Bis de la Ley General de Vida Silvestre, para prohibir la utilización de mamíferos marinos de cualquier especie, como ballenas, delfines y manatíes, en espectáculos fijos o itinerantes. Sin embargo, se permitió que por única ocasión se dé la reproducción de las hembras que actualmente existan, para que haya otra generación y que, hasta la muerte de los animales que aún no nacen, entonces sí ya no hayan delfinarios, lo cual podría ocurrir en 50 años o más.
Asimismo, se prohíbe la introducción de nuevos ejemplares en los cautiverios, salvo los que asegure la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
El documento surgió de una iniciativa que el diputado Javier Herrera Berunda (PVEM) presentó el pasado 5 de enero y tras su aprobación, con 242 votos a favor, 190 en contra y cero abstenciones, se turnó al Senado de la República para su análisis y eventual ratificación.
Queda prohibida la reproducción en cautiverio de las especies de mamíferos marinos, salvo en dos casos de excepción:
El primero, que tenga como fin la recuperación, reintroducción y repoblación de especies sujetas a alguna protección; y el segundo, que las hembras que ya están en cautiverio puedan reproducirse por única y última ocasión.
Quedan excluidos de la prohibición los ejemplares mamíferos marinos que pertenezcan a los gobiernos federal y estatales o a las instituciones de educación superior acreditadas, siempre y cuando su objetivo sea la investigación científica, tratamientos terapéuticos y actividades educativas.
Los delfines, por su sociabilidad y facilidad de aprendizaje, son los animales favoritos para exhibir, pues gozan de una gran simpatía de parte del público, que cede ante su amistoso y «sonriente» semblante; lo que retorna grandes ganancias a las empresas gestoras. La especie de delfín más presente en este tipo de recintos son los delfines mulares, más conocidos como “delfín nariz de botella”, aunque también encontramos en menor cantidad los delfines “beluga” o “ballena blanca”, marsopas con y sin aletas, y también orcas.
En la gran mayoría de los delfinarios o zoos marinos los animales nadan en albercas. En pocas, son ubicados en albercas de agua natural o directamente en aguas naturales cercadas para evitar que escapen.
Los delfinarios venden diferentes tipos de “servicios” y “espectáculos” para el entretenimiento del público, donde los cetáceos saltan, bailan o nadan al ritmo de la música. También los hay de acrobacias marinas junto a los entrenadores. Uno de los programas que mayor éxito está teniendo en la actualidad es el de “Nadar con delfines”, donde los turistas pagan una cifra para nadar, tocar y estar en contacto con los delfines, fotografiarse y registrarse en video con ellos.
Todo el público que paga una entrada a estos parques o delfinarios, apoya con su dinero a la explotación y esclavitud de los delfines, que sólo actúan o ejecutan lo que el espectáculo manda para recibir comida. Un animal saciado no actúa: debe tener hambre para buscar su recompensa. El público, eufórico por ver los saltos, piruetas y la sonrisa de los delfines, ignora totalmente cómo llegaron ahí, cómo son tratados y cuidados estos animales.
Muchos de estos delfines provienen de la caza y captura de ejemplares salvajes, que son secuestrados del mar para ser llevados a tanques y albercas, encerrados de por vida, lejos de sus grupos de referencia. Otra parte de los ejemplares exhibidos en delfinarios provienen de la cría en cautividad, lo que no es motivo para «naturalizar» su estadía en estos recintos, pues los delfines son animales genéticamente diseñados para nadar a diario cientos de kilómetros, compartir con grandes cantidades de congéneres y vivir en libertad, no para divertirnos en absurdos espectáculos que no enseñan más que los humanos podemos hacer cualquier cosa para divertirnos a costa de otros animales.
Entre el 30% y 80% de los delfines muere durante la captura, por asfixia en las redes o por heridas causadas en el proceso. Otros mueren poco después de estrés, pánico y traumatismo. Para capturar a un sólo delfín, es necesario matar al menos a cuatro de sus compañeros de manada.
El cuerpo de un delfin no está adaptado a la temperatura ambiente ni al efecto de la gravedad, así que cuando es sacado del agua puede sobrecalentarse rápidamente. Ese cambio de presión en su cuerpo puede afectar a sus órganos y causarle severos dolores y calambres permanentes. Imagina lo que se siente padecer todo eso durante al menos diez o doce horas mientras son transportados a un nuevo tanque de agua. Estos calambres pueden causar inmovilidad permanente al delfin, quien una vez lanzado al agua, puede asfixiarse hasta la muerte.
El explorador Jacques Cousteau dijo: “Ningún acuario, por más amplio que pretenda ser, puede duplicar las condiciones del océano, y ningún delfín que habite uno de estos parques acuáticos puede considerarse saludable”.
Llevar a los niños y asistir a esta clase de espectáculos es perpetrar el modelo de dominio, en el que hemos sido capaces de someter a otros seres sin reparar en los daños que les causamos.
Tenía la esperanza de que al debatirse este tema se lograra la prohibición de espectáculos con mamíferos marinos, en la próxima década. Ahora me temo que no viviré para verlos libres.
Para ver videos de los delfines capturados: http://www.saddestdolphins.com/
fuente:http://aristeguinoticias.com/2504/mexico/diputados-aprueban-dictamen-para-prohibir-delfinarios-en-medio-siglo/