Circula la noticia de que la obra del túnel en Río Mixcoac se hará pase lo que pase, lo que implica el derribo de 750 árboles.
Durante meses los vecinos de la zona aledaña a la obra hemos realizado actividades como reforestaciones, riego, eventos para sensibilizar a los niños sobre la importancia que tienen las áreas verdes. Incluso hemos visto cómo los supuestos árboles “en su mayoría secos”, según justificó la tala la Secretaria de Medio Ambiente, Tanya Müller, han retoñado y podrían, si no ser frondosos como lo eran, sí árboles de buen tamaño nuevamente.
El mismo día que se anunció la continuación del deprimido, vi la película de Wim Wenders “La sal de la tierra”, que narra el trabajo fotográfico de Sebastiao Salgado. Dedicado toda su vida a capturar fenómenos sociales como las migraciones, la hambruna, la guerra, el trabajo en minas, las tribus más alejadas de lo que consideramos la civilización, en un momento de la película dice “Somos un animal feroz. Somos un animal terrible, los humanos”. Decide entonces fotografiar animales en su hábitat e involucrarse en un proyecto de reforestación de la masa atlántica en su natal Brasil.
El mensaje que me deja la película es que después de ver tantos horrores, tanta violencia perpetrada entre congéneres, Salgado descubre que sólo la naturaleza tiene el poder de sanarnos y al dimensionar lo pequeños que somos frente a ella, nos damos cuenta que la vida sigue y triunfa a pesar del mal o la destrucción.
No quiero hacer de este espacio un lugar de crítica para autoridades ineptas o que toman decisiones no en función del interés ciudadano sino del económico de unos pocos. Creo que quienes estamos involucrados en la defensa del camellón de Río Mixcoac además de rechazar un proyecto que nos parece oscuro, perjudica la calidad de vida de la zona y afecta nuestra propiedad, deseamos genuinamente salvar la vida de esos 750 árboles que son hogar de otros animales y que embellecen nuestro paso por una ciudad ya de por si afeada con el concreto, la basura, los vehículos y los ambulantes.
En un artículo de Ágata Szekely en la excelente revista Crónica ambiental, se habla de cómo el contacto con la naturaleza ha demostrado ser una cura efectiva para revertir ciertos padecimientos físicos y emocionales. Estudios de la Univeridad de Bretagne-Sud muestran que los paisajes verdes favorecen el buen humor, la generosidad y el altruismo. El Observer de la Association for Psychological Science reportó que los entornos naturales reducen la agresividad y la violencia, y para los niños jugar en lugares arbolados reduce el bullying.
¿Será que nuestras autoridades ambientales no tienen acceso a estas publicaciones? ¿De qué les sirven las maestrías en Berlín si no hay una sensibilidad a la hora de tomar decisiones?
La tala de esos 750 árboles es una acto de suma violencia contra una ciudadanía ya de por sí agraviada.
No sé si vuelvan a hacerlo furtivamente y de madrugada como ese 8 de marzo que derribaron más de 100, lo que sí se es que cuando esos árboles caigan y una parte de mí muera con ellos, mi corazón retoñará y seguirá luchando por que los seres humanos aprendamos a conectar con nuestra sensibilidad y a defender la belleza y la justicia.
Porque todos somos esos 750 árboles.
Para más información: https://www.facebook.com/nodeprimidomixcoac?fref=ts
@NoDeprimidoMixc