Hace unas semanas circuló por internet un video donde una niña china de 2 años era doblemente atropellada y nadie la socorrió, hasta que pasados diez minutos, una anciana la llevó a un lado del camino donde se le prestó atención médica. Sin embargo, la niña murió tiempo después en el hospital.
Sin duda las imagenes tanto del atropellamiento como de los transeuntes que ignoran el pequeño cuerpo a media calle, son escalofriantes. Se ha argumentado que en China la gente teme auxiliar a alguien en aprietos porque ha sucedido que son inculpados legalmente y obligados por los familiares a cubrir los gastos médicos, pero no hay excusas para la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, sea o no de nuestra especie.
Diariamente se matan millones de animales en mataderos de todo el mundo. El único contacto que tenemos con ellos antes de saborear sus cadáveres es quizá cuando los vemos transportados hacia el sitio de su muerte. Podemos oler sus heces, ver volar las plumas que salen del camión, y si estamos muy cerca, hacer contacto visual con su mirada aterrorizada. Aun así somos capaces de voltear para otro lado y hacer como si no hubiéramos visto nada. Esa también es indiferencia al sufrimiento ajeno.
Somos egoístas y preferimos ignorar cómo llega la cena a nuestro plato que plantearnos estilos de alimentación más compasivos.
Nos hemos hecho apáticos a todo lo que suceda a nuestro alrededor y no nos afecte directamente: vemos las injusticias hacia otros seres humanos, hacia la naturaleza y los otros animales como si fueran actos cotidianos. Ha mermado nuestra capacidad de asombro y de indignación y mientras menos estemos involucrados en problemáticas sociales o «causas perdidas», mejor. Ninguna causa está perdida mientras trabajemos por ella con profesionalismo y pasión. Creer que mi vida es más cómoda o más feliz proporcionalmente a lo que ignoro o desatiendo es un error. Ignorance is not bliss.
Entre ser indiferente al sufrimiento de alguien de otra especie y serlo con un congénere hay una línea muy sutil, y mientras no veamos que son dos caras de la misma moneda, la humanidad no va a alcanzar un estado mejor.
El mundo necesita cada vez más ciudadanos comprometidos en la transformación de la sociedad y ello no deja fuera a los animales no humanos. Los hemos convertido en parte del sistema de producción y sus vidas parecen no tienen más valor que el que pagamos por ellas. Hemos de hacernos responsables moralmente del sufrimiento que les causamos.
Quienes dejaron a la pequeña china en medio de la calle son tan responsables moralmente como quienes la atropellaron. A fin de cuentas la indiferencia nos hace cómplices de las grandes injusticias, más allá de la especie que las padezca.
* Elie Wiesel