El 5 de junio suelen bombardearnos con información sobre lo que supuestamente hacen los gobiernos en materia medioambiental, se nos dan estadísticas de lo mal que está el planeta y nosotros sentimos que no podemos hacer nada más que separar los residuos sólidos, usar menos el auto o ahorrar agua. Muy bien todo esto, pero aún se está ignorando la fuente que produce más gases de efecto invernadero. Puede sorprendernos que la carne que ponemos en nuestros platos es la culpable número uno del cambio climático mundial.
Según un informe elaborado por la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), el ganado genera el 18 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 65 % de las emisiones de óxido nitroso relacionadas con el hombre, el cual tiene casi 300 veces el efecto de calentamiento global del dióxido de carbono. La mayoría de las emisiones de óxido nitroso provienen del estiércol. El ganado también emite el 37 % de todo el metano inducido por el hombre «”gas que tiene 23 veces más impacto que el dióxido de carbono en el calentamiento terrestre.
La ganadería industrial es responsable del 90% de la deforestación de la Amazonia, principal pulmón del mundo. Esto debido a la extensión de pastizales y cultivos forrajeros para alimentar una creciente población de ganado.
Información brindada por la Comisión Nacional Forestal mediante el sistema de solicitud de información, nos dice que el 60% de la deforestación en México se debe al cambio de uso de suelo con fines pecuarios. Esto repercute negativamente en el equilibrio de los ecosistemas; 15 de 24 ecosistemas que brindan importantes servicios ambientales están en declive, y un análisis de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la prestigiosa Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) muestra que la mayoría de las especies amenazadas en el mundo se ven sometidas a pérdidas de hábitats ya que actualmente, el ganado ocupa el 26 % de la superficie terrestre libre de hielo, que antes era para especies silvestres.
La ganadería es probablemente la principal causa de contaminación del agua debido a todos los desechos que vierte en ríos, lagos, lagunas y océanos, como heces, hormonas, antibióticos, fertilizantes, pesticidas, químicos, etc. Según la Comisión Nacional del Agua, el sector pecuario representa el 50% del uso del agua en México, cuando el uso doméstico ocupa sólo un 14% y la producción de vegetales para alimentar humanos un 20%.
Para satisfacer los requerimientos anuales de carne vacuna de una familia tipo «”aproximadamente 120 kilos»” se debe consumir unos mil litros de combustibles fósiles. Cuando ese combustible se quema, libera más de 2,5 toneladas de dióxido de carbono adicional hacia la atmósfera «”tanto dióxido de carbono como el que emite un auto promedio en seis meses de uso normal»”.
Tanto la combustión de comubstibles fósiles al producir los alimentos, como las emisiones de dióxido no carbónico asociadas a la ganadería y los desechos animales contribuyen al problema del cambio climático, afirmaron en su informe Gidon Eshel y Pamela Martin del Departamento de Ciencias Geofísicas de la Universidad de Chicago, publicado en abril en el periódico Earth Interactions.
«No estamos haciendo juicios de valor. Sin embargo, cuanto más nos aproximemos a una dieta vegetariana y nos alejemos de una basada en productos animales, mayor será nuestra contribución al cuidado del planeta. Simplemente comiendo tan sólo una hamburguesa a la semana en lugar de dos ya estaríamos haciendo un cambio sustancial», dice Eshel.
En su estudio, Eshel y Martin compararon el consumo de energía y la emisión de gases efecto invernadero que suponían las siguientes cuatro dietas: la de carne roja, de pescado, de aves y la dieta vegetariana, aportando todas ellas un total de 3.774 calorías. La dieta vegetariana resultó ser la más eficiente en cuanto al consumo energético. La investigación de Martin y Eshel concluyó que las dietas basadas en las plantas son más sanas para las personas y beneficiosas para el planeta.
«Los efectos adversos de la ingesta de grasa animal, responsables de las enfermedades cardiovasculares, son considerables», señalaron Martin y Eshel. «Por lo que sabemos, no existe actualmente evidencia creíble que sugiera que las dietas basadas en plantas repercutan negativamente sobre la salud; la evidencia adquirida hasta la fecha sugiere que las dietas basadas en plantas son como mínimo tan seguras o más que las dietas variadas».
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