Alexis no dejó de ser vegetariano, ni dejó de ser niño. Se fue después de cumplir un ciclo muy exacto en esta vida.
Su madre es mi amiga y su dolor es en cierta medida mío, por saber lo que se siente perder a quien más se quiere, a quien más se necesita, a quien parece darle sentido a tu existencia. En ella puedo ver la sensibilidad de una generación que comenzaba a ver el vegetarianismo como una mejor opción de vida, para la propia saluda y la de los animales.
Cuando ella comenzó a ser vegetariana, seguramente no se sabían las consecuencias que la producción de carne tienen para el medio ambiente. Eso de cambio climático parecía título de una película de ciencia ficción. Hoy que sabemos de la crisis ecológica, todas las madres deberían educar a sus hijos en el vegetarianismo, si es que quieren un mejor mundo para ellos.
Alexis era un niño especial, lo supe en cuanto crucé algunas palabras con él. Pude reconocerme en su mirada adulta, similar a la mía a su edad. Había algo muy profundo en sus ojos, como si entendiera más cosas que los niños de su edad. A los 9 años esa puede ser una desventaja…
Lo entrevisté porque rara vez se tiene el privilegio de conocer a un niño vegetariano. Casi todos nos hemos «convertido» después de leer un folleto, ver un video, ver alguna escena de maltrato animal; pero todos tenemos un «pasado oscuro». Fuimos educados como lo fueron nuestros padres: omnívoros, término que literalmente significa: comer de todo. ¿Y a quién se le ocurre que los animales son comida? Claro, algunos de ellos, pues a muchos les parecería aberrante comer un perro o un gato, pero no reparan en masticar un pollo o un trozo de vaca.
En fin, Alexis fue educado en la sensibilidad hacia los otros animales y le gustaba preguntar: «Â¿Tu comes qué o a quién?» Nunca se le prohibió probar y alguna vez se sintió tentado, supongo lo habrá hecho, pero como me dijo una vez: «No es que no me guste, pero sabe a animal». Los vegetarianos no dejamos de comer animales porque no supieran bien, sino porque nos pareció injusto matar a alguien una vez que descubrimos las muchas opciones de la dieta hervíbora.
Cuando dicen que no puedes obligar a un niño a ser vegetariano, suelo responder: «Â¿Y no nos obligaron a nosotros a ser omnívoros?» Nos ocultaron el proceso en que un animal llega a tu plato, las vejaciones que sufren desde que nacen hasta que los matan. Nos escindieron moralmente, mostrándonos figuras de animalitos, peluches, caricaturas que luego llegaban a la mesa con nombres de guisados. No se nos dijo que eran los mismos animales que nos daban ternura aquellos que nos llevábamos a la boca. Lo reitero, nada mejor que educar a un niño en el vegetarianismo, los que conozco son seres especiales y sanos, se los noto en la mirada, en su forma de relacionarse con el mundo.
Alexis se fue muy pronto, no alcanzó a ver los circos sin animales, la abolición de las corridas de toros, el aumento de opciones vegetarianas en los restaurantes. Pero dejó en mi corazón el mensaje de esperanza en las nuevas generaciones, en los frutos que deja la educación de unos padres sensibles.
Nunca fue responsable de la muerte de animales, lo envidio por ello, por no haber arrastrado un pasado omnívoro, inconsciente e ignorante de la realidad.
Me duele que ya no esté, y dedico este espacio a su madre y a todas las madres vegetarianas que hacen de este un mundo más justo para todos.