Hace unos días una orca mató a una entrenadora del acuario SeaWorld de Orlando, en plena función. Tilkum, una orca de 5 toneladas, ya había estado involucrada en dos incidentes mortales anteriores.
Uno de ellos en 1991, cuando un hombre que presuntamente burló a la seguridad de SeaWorld para quedarse después de que el acuario cerró, apareció muerto sobre el cetáceo, y otro en 1991 en el acuario Sealand of the Pacific de Victoria, en Canadá, cuando un entrenador perdió el equilibrio y cayó en su tanque, fue arrastrado por la orca hacia el fondo y según la autopsia que se le realizó, murió de hipotermia, aunque también tenía heridas y moretones provocados por Tilikum.
Hay reportes de ataques de orcas a los entrenadores de Sea World en 2004 y 2006 y sólo hasta ahora se han cancelado temporalmente los espectáculos con los mamífieros marinos.
Aunque la versión oficial es que la mujer cayó al tanque, una testigo declaró que la orca orca se alzó del agua, la tomó de la cintura y «la sacudió para todas partes».
Por supuesto, todas las noticias publicadas lamentan únicamente la muerte de la entrenadora, pero no cuestionan el hecho de realizar espectáculos con mamíferos marinos.
La inteligencia y sociabilidad de este animal ha sido aprovechada para utilizarlas como atracciones en diferentes parques acuáticos del mundo, como así también en producciones cinematográficas. Sin embargo, su expectativa de vida en cautiverio es muy baja en comparación con las que se encuentran en libertad. El encierro en grandes piletas les produce a estos animales continuos trastornos en su salud, patológicos (enfermedades) y psicológicos (depresiones), como así también modificaciones en su anatomía. La más notable de estas modificaciones es la pérdida de rigidez en su aleta dorsal. Esto puede ser debido en parte a la atrofiación del colágeno que mantiene erguida la aleta dorsal por la prolongada exposición al sol, y en parte también a la mala ejercitación de los músculos aletodorsales que sujetan y mantienen rígida la aleta.
El caso más famoso es el de Keiko. Fue capturado en aguas islandesas por una flota pesquera a la edad de dos o tres años, y permaneció toda su vida en cautiverio, en acuarios de Canadá y México. Luego de su participación en «Liberen a Willy», se inició una campaña para lograr al fin su liberación. Sin embargo, al haber sido capturado a tan temprana edad era imposible reintegrarlo a su ambiente, ya que jamás había aprendido a alimentarse por sus propios medios, además de que el animal padecía enfermedades como papiloma virus en sus aletas pectorales y tenía la aleta dorsal atrofiada. Finalmente, en 1998 fue transportada en avión desde los Estados Unidos a Islandia para ser puesto en libertad. Pero la orca no pudo dejar de depender de los humanos para sobrevivir. Falleció a los 27 años, de neumonía.
Namú fue otra famosa orca en la década de 1960, quien protagonizó la película «Namú The Killer Whale» en 1966. Fue capturada junto a su cría por una red, al día siguiente la cría había desaparecido misteriosamente. Namú fue trasladada al Seattle Public Aquarium. Murió en julio de 1966, después de vivir un año en cautividad, a causa de una infección por la contaminación del agua de su estanque.
Países como Rusia, colaboran con las capturas de estos delfínidos, que siguen siendo rentables mientras la gente asista a los parques acuáticos.
Catalogar a la orca de «asesina» es erróneo. El único ser con capacidad de premeditar la muerte de otro y ejecutarla con alevosía es el ser humano. La orca simplemente es un depredador que no tiene depredadores naturales salvo -como todos- el hombre.
Estos fantásticos mamíferos están acostumbrados a vivir en sociedades complejas y a recorrer grandes distancias en aguas heladas. Mantenerlos en cautiverio y obligarlos a realizar actos ridículos es sin duda una forma de maltrato fuerte.
Es lamentable la muerte de la entrenadora, pero ¿no es también estar muerto en vida pasar casi 30 años en un tanque, sin desarrollar los comportamientos propios de la especie?
Cuando los animales atacan están diciendo !Basta!