El tráfico ilegal de animales silvestres es el tercer negocio más lucrativo en el mundo, después de las drogas y las armas.
Todos los días nos enteramos de decomisos de animales exóticos en aeropuertos del mundo, en su mayoría provenientes de países latinoamericanos, ricos en flora y fauna.
Hace unos días se hizo público el caso de un contrabandista que fue capturado por agentes aduaneros al sur de Noruega, llevando pegados al cuerpo 14 pitones reales y 10 lagartos (geckos), además de una tarántula en su bolsa de mano. Alrededor del pecho llevaba enrolladas con cinta aislante, 14 bolsas hechas con medias, con una serpiente cada una, mientras que en latas amarradas a las piernas transportaba los lagartos.
En Noruega está prohibido tener muchas especies de animales como compañeros, así que los traficantes aprovechan esta situación para intentar meterlos clandestinamente. Como hay países donde sí hay leyes estrictas al respecto, este joven de 22 años pagará una multa de unos 1.500 euros (treinta mil pesos aproximadamente) y será fichado como traficante de especies. En nuestro país, donde impera la ilegalidad, la venta de animales llamados exóticos, se da a ojos vistos de la autoridad competente, más bien deberíamos declararla incompetente.
Basta darnos una vuelta por el mercado de Sonora para preguntarnos por qué ahí no se hacen redadas como las que se llevan a cabo para quitar a los ambulantes, estando ambos comerciantes al margen de la ley. Todo el mundo sabe que en dicho mercado se puede conseguir casi cualquier animal: leones, monos, tucanes, guacamayas, cocodrilos, etc. Y no sólo se venden animales muchos de ellos considerados como especies protegidas, sino que también se ofrecen ardillas, hurones, tortugas, aves.
Quien alguna vez ha intentado tomar fotografías o preguntar sobre el origen de estos animales, ha sido insultado y amenazado por los mismos vendedores, padeciendo un desamparo similar al de las víctimas no humanas, pues no hay una instancia confiable ante quien denunciar esto, o al menos que tome cartas en el asunto y lo resuelva de una vez por todas con el rigor que se merece.
Poco después de lo sucedido en Noruega, nuestra Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), en un operativo sorpresa decomisó 22 animales exóticos al circo Do Portugal instalado en Oaxaca.
Según los datos proporcionados por la dependencia, durante el operativo realizado estuvo el dueño del circo Do Portugal, Israel Portugal Grijalvo, quien no pudo acreditar la posesión de 22 animales entre los que se encuentra 6 jaguares negros (panteras), 6 tigres de bengala, 3 llamas, 2 hienas rayadas, 4 monos araña y un camello bactrianus.
El resto de los animales que trae consigo el circo Do Portugal tienen sus papeles en orden, no obstante la Profepa ha informado que si en los próximos días hábiles no comprueba que los animales decomisados tienen los documentos correspondientes, serán requisados de manera definitiva. ¿Cuál será el destino de estos animales? Seguramente terminarán en un zoológico de mala muerte y peor vida, como lo son prácticamente todos en México.
La función mínima de las autoridades mexicanas en esta materia es vigilar que todos los animales en el país estén reglamentados bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES). En caso de que no se acrediten los documentos necesarios es obvio que los animales han sido introducidos al país de manera ilegal, de contrabando. Sin embargo, no deja de ser lamentable que por el mero hecho de tener unos papeles, que pueden ser falsos, nos concedamos el derechos de poseer una vida sintiente. Los animales no humanos no son mercancías que se vendan y compren al mejor postor. Deberían tener el derecho a una vida en libertad y a un habitat protegido.
El problema del tráfico ilegal de especies tiene como responsables a quienes consideran que un animal es un adorno para decorar una casa o un restaurante, y a quienes se divierten a su costa en circos, acuarios y zoológicos. Los traficantes simplemente satisfacen las demandas de una sociedad egoísta e insensible ante las necesidades básicas de otros animales.
¿Por qué esté tipo de comercio no es tan severamente castigado como la trata de blancas o el tráfico de esclavos? ¿Estamos haciendo otra vez una discriminación especista? Creo que la respuesta es evidente.