Es innegable que los índices de violencia en nuestro país han alcanzado niveles altísimos. Cada día nos enteramos de nuevos secuestros, homicidios, decapitados, hurtos, etc.
Rechazamos la violencia y organizamos marchas para exigir a las autoridades castigos más severos para los delincuentes; incluso nos ponemos un lacito en la solapa para expresar nuestro repudio. Sin embargo, poca gente sabe que hay un vínculo estrecho entre la violencia perpetrada hacia los animales y la que se ejerce hacia miembros de la misma especie.
El maltrato a los animales comprende una gama de comportamientos que causan dolor innecesario, sufrimiento o estrés al animal, que van desde la negligencia en los cuidados básicos hasta el asesinato malicioso e intencional. Cada año, un elevado número de animales son víctima de maltratos indirectos (negligencia en los cuidados básicos: omisión en la provisión de refugio, alimentación y/o atención veterinaria adecuada) o de maltratos directos (omisión intencional de proporcionar los cuidados básicos o tortura, mutilación o asesinato malicioso del animal). El mencionado maltrato es un problema social de grandes dimensiones que no sólo afecta a aquellos animales víctimas de esta violencia sino a todos los miembros de nuestra sociedad.
La literatura psicológica, sociológica y criminológica extranjera ha estado analizando la idea de que el maltrato a los animales esta íntimamente vinculado a la violencia interpersonal. Según estudios que se vienen realizando desde hace más de treinta años, la gran mayoría de los maltratadores comparten una historia de rechazo y castigos brutales por parte de los padres, crueldad hacia los animales y violencia contra personas. El psiquiatra Alan Felthous, junto con otros colegas, ha identificado una tríada constituida por el abuso físico por parte de los padres, crueldad hacia los animales, y violencia hacia las personas. En gran parte, los estudios basados en el maltrato animal y criminología adulta, muestran que las primeras instancias de crueldad hacia los animales tienen lugar a temprana edad del maltratador.
Casi todos los niños jóvenes atraviesan una etapa de crueldad «inocente», en la cual pueden lastimar insectos u otros animales pequeños en el proceso de explorar el mundo y descubrir sus habilidades. La mayoría de los niños, sin embargo, con la guía adecuada de los padres y maestros, se tornan sensibles al hecho de que los animales pueden sentir dolor y sufrir. Algunos, sin embargo, parecen quedarse encerrados en un patrón de crueldad que generalmente va escalando con la edad y se manifiesta en la adultez en la forma de violencia hacia las personas.
Teniendo en cuenta que en el Manual de Trastornos de la American Psychatric Association y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales parte IV, figura el trastorno de conducta, caracterizado entre otros síntomas por crueldad hacia animales y/o humanos, la violencia hacia los animales podría tener un valor predictivo de violencia hacia humanos -ya sea como malos tratos domésticos hacia el cónyuge, animales de compañía, los hijos, como asesinatos en serie o asesinatos en masa.
En estudios comparativos se ha visto una mayor incidencia de antecedentes de maltrato a animales durante la infancia, en presidiarios por crimen violento respecto a un grupo de hombres no violentos, no encarcelados (Kellert & Felthous, 1985, entre otros trabajos). Se encontraron también antecedentes de crueldad con animales en exhibicionistas (30%), acosadores sexuales (36%), acosadores sexuales encarcelados (46%), violadores convictos (48%) y asesinos adultos (58%) (Ascione, 1993).
El maltrato hacia los animales constituye un aviso sobre la posible existencia de otras formas de violencia, y que la crueldad hacia seres capaces de experimentar dolor y estrés es inaceptable en una sociedad civilizada.
Cuando protestamos en contra de la violencia podríamos pensar que ésta no sólo alcanza a los seres humanos, sino que se practica diaria e institucionalizadamente contra casi todas las especies de animales no humanos.
¿Qué color de lazo elegiremos para protestar contra rastros, laboratorios, circos, zoológicos, palenques, lienzos charros, hipódromos, acuarios, peleterías, plazas de toros, etc.?
Agradezco a la Dra. Nuria Querol i Viñas la información para este texto.