Un cerdo de 150 kilos sobrevivió 36 días después de quedar sepultado bajo los escombros de su pocilga, destruida por el terremoto que azotó la provincia china de Sichuan, comiendo carbón y bebiendo agua de lluvia. El cerdo comía carbón, que aunque no contiene nutrientes, no es tóxico y puede llenar el estómago.
El jefe del Museo de Jianchuan compró al cerdo por 3.008 yuanes (430 dólares) y prometió cuidarlo hasta que muera naturalmente.
A pesar de que su dueño quiso sacar al animal al día siguiente, los trabajadores de rescate le dijeron que evacuara la casa y se refugiara de inmediato en un lugar seguro.
Al terminar de leer esta noticia me quedó con la sensación de que una vez más los animales nos dicen que quieren vivir y no sabemos escucharlos. Este cerdo sobrevivió y tuvieron que comprarlo para que no lo engordaran de nuevo y lo destinaran a jamón, pero él fue un caso con suerte. Parece que los animales tienen que hacer cosas excepcionales para que les perdonemos la vida: un toro tiene que cumplir ciertas características determinadas por los humanos para no ser matado en la arena, un caballo de carreras debe ganar muchas medallas para no terminar como carne barata en un rastro, y este cerdo tiene que sobrevivir a una catástrofe para que nosotros lo libremos de terminar convertido en comida, que era el único propósito de su existencia.
Otro punto importante es la insensibilidad con que actúan las autoridades ante las víctimas no humanas de catástrofes naturales. No es la primera vez que se les impide a las personas rescatar a sus animales de compañía. Con el argumento de evacuar la zona de desastre lo antes posible, miles de animales son abandonados a su suerte, muchos de ellos enjaulados o encerrados y condenados a una muerte segura, lenta y dolorosa.
Algunas organizaciones internacionales se dedican precisamente a rescatar a los animales en estas circunstancias, pero la tarea es doblemente titánica: muchos ni siquiera tienen un compañero humano y no hay quien se haga cargo de ellos, y tampoco se brindan los recursos materiales ni humanos para facilitar la labor de rescate.
Este cerdo sobrevivió por instinto «“dirán algunos- por voluntad de vivir, diría yo. Porque los animales, como nosotros, valoran su vida, disfrutan de la existencia de una manera más sencilla y armónica que nosotros.
Lo único que ellos quieren es vivir y los seres humanos somos incapaces de respetar ese deseo básico al que también ellos deberían tener derecho.