Tengo un trabajo mal pagado pero intento ayudar a los animales. ¿será que uno no puede ganar bien haciendo activismo? La pregunta no se refiere tanto a ganar dinero, sino a pensar que se pueda reconocer el activismo como un trabajo profesional y necesario. Estoy en una delegación de la Ciudad de México en el área de medio ambiente y lo que hago es ir a las escuelas públicas de la zona a hablarle a los niños de cuidados de animales de compañía.
Se supone que debo limitarme a cómo ser un «dueño responsable», pero las inquietudes de los pequeños, dan para más.
Acompañada de mis muñecos guiñol Quiéreme y Cuídame, perro y gato con ojos de botón, mi trabajo es lanzar el mensaje de que los animales sienten y así como a nosotros no nos gusta que nos peguen, maltraten o molesten, a ellos tampoco. Y de la misma manera en que a nosotros nos gusta que nos traten con respeto y nos den cariño, a ellos también. Los niños a quienes me dirijo tienen entre 3 y 5 años, así que tengo que buscar maneras de llamar su atención y emplear palabras que les sean claras y conocidas.
Hasta ahora siempre han salido temas como zoológicos y circos, donde los niños expresan que los animales no están contentos en esos lugares porque no están libres, o porque «no pueden jugar con sus amigos» o «no viven en su casa». Ellos mismos señalan que los animales son golpeados para realizar trucos, para «obedecer». Y que las jaulas son pequeñas y sin espacio. De ahí los hago pensar si un pájaro o un pez estarían contentos en una jaula y responden siempre que no porque no pueden volar o «les falta agua».
Mi idea es que estos niños empiecen por tratar bien a sus animales de compañía para ir desarrollando en ellos la empatía. Les enseño el significado de la palabra adoptar, los invito a ponerse en el lugar de un perro que está siempre amarrado o de un animal que no tiene hogar. No puedo ir más allá con temas de vegetarianismo, pues estoy segura que los niños ni se imaginan que el taco de carne que les da su mamá está hecho con una vaca que mataron de fea manera y cuya imagen risueña decora las paredes de su centro escolar.
Me he llegado a preguntar ¿en qué parte del proceso educativo se desvía todo? Se muere la compasión, la simpatía y ternura que despiertan los animales y se les deja de ver como amigos para verlos como objetos o recursos. Sin duda los padres de familia son altamente responsables de todo esto, pero sobre quien recae la carga más pesada es sobre las educadoras. Estos niños pasan 4 horas diarias en centros educativos donde los malos sueldos de las maestras diezman su interés por su trabajo, el cual a veces ni siquiera es reconocido y mucho menos encausado para alcanzar mejores resultados.
Es muy sintomático que ninguno de estos niños sabe qué es una pregunta y levantan la mano no para cuestionar sino para narrar.
Soy un eslabón de una cadena y mi trabajo no tiene continuidad si las maestras no ponen atención a lo que digo en mi plática, si ellas siguen llamando a los perros y gatos «mascotas» en lugar de animales de compañía. La educación es el pilar más sólido de una nación, y pareciera que a los gobiernos no les interese tener niños sensibles, respetuosos o ávidos de saber, sino especies de máquinas de acumular datos muchas veces inútiles o criaturas pasivas que no pregunten demasiado.
Quiéreme y Cuídame son un grano de arena en una educación humanista, son una manera sutil de luchar contra la ignorancia y la insensibilidad de la sociedad que nos educa a ser indiferentes ante el sufrimiento del otro.