Alush creció en un zoológico y vivió en una jaula de cristal hasta que fue rescatado. Entonces conoció la hierba, pudo trepar a un tronco y tuvo una compañera. Sin embargo, gruesas rejas de acero le impiden conocer la libertad. Es el menos malo de los escenarios para un jaguar.
Estos animales, también en peligro de extinción, son cazados furtivamente, capturados y vendidos a zoológicos o a particulares. No son demasiado caros: un narcotraficante puede fácilmente comprar felinos, incluso un rico excéntrico. «Lo caro es mantenerlos», dijo un traficante cuando le decomisaron 3 cachorros de jaguar en un baúl.
Una vez rescatado, es casi imposible reinsertarlo en un hábitat prácticamente invadido por el concreto y donde corre el riesgo de volver a ser capturado; si ha corrido con suerte, le queda vivir en un refugio en un espacio mayor al que se le había confinado, pero su vida nunca será lo que debió ser.
El único delito que cometieron estos animales para ser privados de su libertad, fue ser extremadamente bellos. Nosotros, seres imperfectos, hacemos cualquier cosa para preservar la belleza: plasmarla en un lienzo, en una foto, capturarla en una jaula. Me imagino lo que puede sentir alguien que compra un jaguar y lo instala en el jardín de su casa, o aquellos que pagan por verlo en un zoológico: la maravilla ante tanta hermosura, majestuosidad, fuerza. Pero al mismo tiempo, la enferma satisfacción de poder comprarlo todo, hasta lo que no está en venta.
He mirado a Alush a los ojos y su mirada me traspasa indiferente, con la dignidad de quien desprecia al torturador, porque aunque yo no sea culpable, él sabe que los de mi especie lo son. Que nosotros hacemos las jaulas, las abrimos y las cerramos a capricho o por unos billetes.
Alush no conocerá la sensación de correr, ni de cazar, ni de bañarse en el río, pero está mejor que en esa jaula de cristal que los niños golpeaban para llamar su atención, y eso es lo verdaderamente triste, que no hay un final feliz para la mayoría de los animales.
Mientras no entendamos que los animales deben ser libres, que no tenemos derecho a someterlos al cautiverio, seguirá habiendo jaulas, que sean de cristal o de acero nunca nos permitirán conocer la verdadera belleza de la libertad.