Cuando hacemos un acto a favor de los derechos de los animales, nos arriesgamos a que nos digan muchas cosas. Seguramente la lista de insultos o disparates es larga, pero el otro día me dijeron algo que no me habían dicho nunca.
El día de Navidad salí vestida de Virgen María con un cerdito de cartón en brazos -una foto amplificada de un lechón de los que se comen cristianos y paganos en esa fecha- y un cartel con la frase «Esta Navidad No matarás. www.Haztevegetariano.com» Mis compañeros repartían folletos con consejos para una Navidad sin crueldad y mostraban Meet your Meat en la televisión portatil. Nos colocamos a la salida de la Catedral de Barcelona a la hora de la salida de misa de 12, para coincidir con los fieles que salían y los que entraban.
Está por demás decir que aquello era un desfile de modas: todos estrenaban ropa nueva y tenían más la actitud de ir a una fiesta que de ir a rezar. Los abrigos de pieles se dejaban ver uno tras otro, afortunadamente la mayoría de ellos modelados por ancianas cuyas hijas o nietas espero no quieran heredar, conscientes de lo que significan. Pero lo que más llamó mi atención es que la gente no parecía feliz ni en paz consigo misma.
Tenían cara de aburrimiento, de que iban para cumplir con un rito que se les ha inculcado desde pequeños y que no se han cuestionado. Tampoco se les veía más tranquilos o relajados por haber tenido algún trance místico en el sacro recinto. Total que todo parecía ser una farsa más de nuestra sociedad.
Algunos nos tomaban fotos, otros veían las imágenes, incluso un despistado me ofreció monedas creyendo que era un mendigo más de los apostados en la entrada, pero la gran mayoría pasaba indiferente a nuestro mensaje. Menos una mujer, que poseída por el espíritu de la Navidad nos exigió que nos retiráramos de la iglesia pues era un lugar santo y nosotros lo estábamos ofendiendo. La mujer no quiso escuchar razones, ni las más pías como que hay que tener compasión también con los animales, o que la muerte de los animales ofende a Dios, etc. Ni lo laico ni lo católico pudo contener su ira y textualmente vociferó: «Voy a llamar a la policía para que los eche de aquí. Ustedes son la secta de los vegetarianos y tienen secuestrados a los católicos».
Si nuestra «secta» tuviera secuestrados a los católicos, ¿qué pediríamos de rescate? Tal vez un poco de coherencia interna para con la doctrina. El no matarás, el amarás a tu prójimo como a tí mismo, el hacer el bien sin mirar a quién, extendidos más allá de los límites de la especie. No sólo no me gusta Navidad porque en esta época se triplica el número de animales que se matan para consumo humanos, sino porque tampoco siento que la gente ponga en práctica los principios de su religión. Si no lo hacen interespecie mucho menos será intraespecies.
Esa mujer me hizo pensar en la rabia que somos capaces de sentir hacia lo que no entendemos, lo distinto, lo que mueve los cimientos sobre los cuales hemos construido una vida cómoda pero vacía y mediocre.
Yo no fui a misa en Navidad, pero no comí el cadáver de un cerdo de dos meses. Esto no me hace mejor persona, pero sí menos hipócrita.