En una semana se matarán en Pamplona 48 toros en nombre de la tradición. Por supuesto que para quienes defendemos a los animales esto es una aberración más de las que comete el ser humano. Sin embargo, no deja de sorprenderme que siendo España el país donde se originó esta sangrienta y primitiva costumbre, un gran porcentaje de su población sea totalmente indiferente al respecto.
Hicimos una demostración del Encierro Humano en Madrid y en Barcelona y la gente pasaba y nos veía como si fuéramos decorados de la calle. Nos apoyaban más personas adultas que gente joven. Ni un sólo adolescente levanto su puño o nos hizo un gesto de aprobación. Esta tibieza de ánimos en la juventud me saca de quicio.
Vengo de un país pobre, donde la mayoría de la población son niños y jóvenes. Y tal vez por eso somos más propensos a la lucha por las causas justas. Los jóvenes españoles, siento decirlo, actúan como niños consentidos, pasivos ante las desgracias humanas y no humanas.
Es lamentable que sólo 100 personas de este país vayan al Encierro Humano, mientras que hay aproximadamente 500 extranjeros que recorrerán 23 horas en autobuses para ir a Pamplona.
Entiendo que a mucha gente le parezca que el Encierro Humano no es la mejor manera para hablar de las corridas de toros, pero sin duda es la más atractiva y la que hasta ahora ha dado mejor resultado, y se le ocurrió a los extranjeros. Aquí nadie fue capaz de idear algo llamativo, organizado y que movilizara a tanta gente de todo el mundo.
Si la gente sale a las calles a festejar el matrimonio himosexual, si las guerras vuelcan a la población a salir de sus casas, ¿por qué no podemos hacer lo mismo por los animales? Finalmente, el móvil es el mismo: justicia, respeto.
¿Hasta cuándo España, serás la tierra del abanico, la peineta y la apatía?